El único patito que sobrevivió el martes al apetito de las
gaviotas del río Con ya no corre peligro. Esa misma noche, los vecinos que no
descansaban pensando en que las aves marinas no tardarían en zampárselo,
bajaron al río y lo rescataron. Fue Chelo Asorey, la mujer de Manuel Oliveira,
que tiene una tienda de chucherías junto al río y que ya salvó a otros patitos
de las gaviotas carroñeras. «Me puse unas chanclas y bajé, la pata no me dejaba
cogerlo, pero al final pude hacerlo. ¡Es que no podíamos permitir que también
se lo comieran a él, como al resto de la niñada!».
Así que en la mañana de ayer, el patito era un atractivo más
para los niños que entraban en la tienda. Descansaba en una caja de cartón,
rodeado de algodón, agua y comida, y se le veía muy a gusto. «Fui a comprarle
pienso por la mañana y ya comió», decía Manuel. Él y su familia no son nuevos
en estas lides, porque ya rescataron en otras ocasiones a crías de pato que
corrían el riesgo de ser devoradas por las voraces gaviotas. Incluso le
pusieron nombre. «Mi hija le llama Afortunado, porque de verdad que lo fue».
El patito no paró de recibir visitas toda la mañana, y
algunos no entendían cómo la mamá pata se había puesto tan furiosa con Chelo
cuando le cogió la cría y no hizo lo mismo con las gaviotas que días antes se
comieron a sus otros siete patitos. «Yo creo que es muy joven aún -decía
Chelo-. Hay una oca grande que sí los protege, pero claro, no puede estar todo
el día detrás de los patitos, y las gaviotas están al acecho, en cuanto pueden,
los atrapan y se los comen». Como ocurrió el martes, cuando turistas y vecinos
fueron testigos de cómo una de esas grandes aves se llevaba en su pico al único
hermano que le quedaba a Afortunado.
Los vecinos se dirigieron hace unas semanas al Concello
avalados por 500 firmas para pedir una solución, pero se quejaban de que no se
les había hecho caso. Según indicaron fuentes municipales, tenían constancia
del problema pero por una conversación informal en la calle. Aún así, el
concejal de Medio Ambiente, Jesús Longa, dijo que ya estaba previsto reponer las
casetas que había antes y en las que se refugiaban los patitos. Se está
estudiando que las construyan los alumnos de carpintería de la nueva edición de
la escuela taller que se pondrá en marcha después del verano. La intención es
colocar tres o cuatro a lo largo del río, entre el parque de A Coca y Vista
Alegre. No garantiza por completo la integridad de los patitos, dada la
voracidad e insistencia de las gaviotas, pero al menos tendrán dónde
refugiarse.
Afortunado también está protegido. Al menos durante diez
días crecerá y engordará tranquilo en la tienda de chuches, con Manuel, Chelo y
su familia. «Después lo dejaremos en el río, y es de suponer que sobrevivirá».
No se transformará en un cisne, pero al menos impondrá respeto.
Fuente: La Voz de Galicia
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