Lo llaman oro negro y no es petróleo. Dissostichus eleginoides se traduce como merluza negra, austral, bacalao o róbalo de profundidad, mero chileno... Y para el armador de Ribeira Manuel Antonio Vidal Pego, como disgusto. El último, una condena por estafa -que no es firme y está recurrida- penada con un año y ocho meses de cárcel, aparte de una multa de 3.600 euros y una no menos abultada indemnización por casi dos millones de euros a la compañía demandante: Freiremar. Detrás del conflicto, el preciado pez que habita en las aguas del sur más austral. El mismo por el que el Viarsa, también de su flota, fue perseguido durante 21 días a lo largo de 3.900 millas -finalmente fue absuelto-; por el que el Camouco fue apresado, multado y hundido en isla Reunión; y por el que él mismo fue sancionado de fraude en EE. UU. al introducir un cargamento que las autoridades sospechaban que había sido pescado ilegalmente.
En el caso que acaba de ser juzgado en la Audiencia Provincial de Las Palmas también había merluza negra. La que había pescado el Hammer supuestamente de forma irregular en aguas administradas por la Convención para la Conservación de los Recursos Vivos de la Antártida (CCAMLR). Al menos eso es lo que sostuvieron las autoridades de Australia, que informaron a Corea del Sur de que se dirigía al puerto de Pusan un barco cargado con merluza negra capturada ilegalmente. Las autoridades del país asiático intervinieron una mercancía por la que Freiremar ya había abonado 900.000 dólares y que debía recoger en un puerto de China. Según el denunciante, la empresa a la que pertenecía el Hammer, Global Intercontinental Service Company, aún cobró 1,8 millones de dólares más cuando el oro negro ya estaba intervenido en Corea del Sur.
El armador, sin embargo, circunscribe el episodio a una disputa comercial sobre una mercancía retenida.
Los hechos que juzgó la Audiencia de Las Palmas se remontan a febrero del 2006, cuando se pescó y se intervino la mercancía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario