Artículo de Alfredo F. Ojanguren, profesor de biodiversidad de St. Andrews, en Escocia.
Poca gente pone ya en duda que en Asturias el salmón es una especie en peligro, aunque las causas del declive estén menos claras. El viceconsejero de Recursos Autóctonos, alguien con responsabilidad directa sobre la conservación del salmón, cree que las cañas no acaban con los salmones. Y es consecuente con esa fe. Hasta el punto de que en su primer año en el cargo promueve una normativa de pesca que elimina las restricciones que anteriores gobiernos habían ido imponiendo sobre los pescadores.
La temporada pasada cada pescador solo podía llevarse a casa tres salmones, se podía pescar menos días de la semana y la temporada empezó casi dos meses más tarde de lo habitual. En cambio, este año cada pescador podrá ir al río muchos más días, casi el triple, y en una semana podrá pescar los mismos salmones que en toda la temporada pasada. Sin embargo, desde el punto de vista de los peces, la normativa del año pasado y la nueva son muy parecidas, ya que ambas permiten que se pesquen más salmones de los que entran en los ríos.
De la normativa de la temporada pasada se dijo que había sido la más restrictiva de la historia, mientras que se tacha a la actual de demasiado permisiva. La limitación de tres salmones por pescador del año pasado significa que, si hay en torno a 20.000 licencias, se podrían haber matado legalmente 60.000 salmones a lo largo de la temporada. En 1986, la mejor temporada de las últimas tres décadas, se precintaron poco más de 5.000 salmones. En 2012 la ley permitirá capturar más de un millón de salmones. Por supuesto que estos números son absurdos, porque es imposible que todos los pescadores pesquen todo lo que se les permite. Tan absurdo como calificar de restrictiva una normativa que permite que se maten todos salmones que hay en el río.
Es posible que el Principado disponga de información aproximada de cuántos salmones sobreviven al final de la temporada de pesca. En ese caso, los técnicos de la Consejería podrán comparar diferentes años y evaluar la efectividad de sus normativas. Con los datos que publica la prensa, parece que la idea del año pasado de que hasta mayo se devolvieran los salmones al río sirvió solo para retrasar las cosas. En la primera semana de pesca con muerte se pescaron 200 salmones, un número parecido al total que se pescaba en marzo y abril en un buen año, cuando la temporada duraba casi dos meses más. Algo parecido parece estar pasando con los días de descanso, la presión de pesca es tan alta que lo que no se pesca el día de veda se pesca el siguiente. Así que para los peces no hay restricciones.
Cabe la posibilidad de que el Viceconsejero tenga razón y que los pescadores no sean los culpables de la situación en la que se encuentra el salmón en Asturias. Desde luego, todos le aplaudiremos si consigue erradicar los vertidos y el furtivismo, que son las causas que él señala, porque eso contribuiría a mejorar el estado de conservación de los ríos y beneficiaría al salmón. Claro, que la lista de amenazas es larga y elaborar planes de conservación para que dentro de diez años haya salmones en Asturias requiere conocer las causas del declive. Lo que sabemos con certeza es que los salmones que se pescan durante la temporada son los que han sido capaces de sobrevivir a toda esa lista de amenazas.
Ante la posibilidad del daño irreparable que sería la desaparición del salmón, se deben tomar medidas que con toda seguridad contribuirán a la recuperación de la especie, aunque falten evidencias sobre las causas concretas del problema. Permitir que sobrevivan todos los salmones que se pescan cada año en Asturias y que se reproduzcan de manera natural sin duda contribuirá a la recuperación de la especie. Si los responsables de la conservación del patrimonio natural de todos los asturianos se hubieran decidido a tomar esta medida hace un año hoy tendríamos muchos más alevines en los ríos. Los más de 1.000 salmones que se precintaron en Asturias durante la temporada de pesca de 2011 murieron sin dejar descendencia.
Comentario mío, a algunos el título universitario se lo dieron en una tómbola.
La temporada pasada cada pescador solo podía llevarse a casa tres salmones, se podía pescar menos días de la semana y la temporada empezó casi dos meses más tarde de lo habitual. En cambio, este año cada pescador podrá ir al río muchos más días, casi el triple, y en una semana podrá pescar los mismos salmones que en toda la temporada pasada. Sin embargo, desde el punto de vista de los peces, la normativa del año pasado y la nueva son muy parecidas, ya que ambas permiten que se pesquen más salmones de los que entran en los ríos.
De la normativa de la temporada pasada se dijo que había sido la más restrictiva de la historia, mientras que se tacha a la actual de demasiado permisiva. La limitación de tres salmones por pescador del año pasado significa que, si hay en torno a 20.000 licencias, se podrían haber matado legalmente 60.000 salmones a lo largo de la temporada. En 1986, la mejor temporada de las últimas tres décadas, se precintaron poco más de 5.000 salmones. En 2012 la ley permitirá capturar más de un millón de salmones. Por supuesto que estos números son absurdos, porque es imposible que todos los pescadores pesquen todo lo que se les permite. Tan absurdo como calificar de restrictiva una normativa que permite que se maten todos salmones que hay en el río.
Es posible que el Principado disponga de información aproximada de cuántos salmones sobreviven al final de la temporada de pesca. En ese caso, los técnicos de la Consejería podrán comparar diferentes años y evaluar la efectividad de sus normativas. Con los datos que publica la prensa, parece que la idea del año pasado de que hasta mayo se devolvieran los salmones al río sirvió solo para retrasar las cosas. En la primera semana de pesca con muerte se pescaron 200 salmones, un número parecido al total que se pescaba en marzo y abril en un buen año, cuando la temporada duraba casi dos meses más. Algo parecido parece estar pasando con los días de descanso, la presión de pesca es tan alta que lo que no se pesca el día de veda se pesca el siguiente. Así que para los peces no hay restricciones.
Cabe la posibilidad de que el Viceconsejero tenga razón y que los pescadores no sean los culpables de la situación en la que se encuentra el salmón en Asturias. Desde luego, todos le aplaudiremos si consigue erradicar los vertidos y el furtivismo, que son las causas que él señala, porque eso contribuiría a mejorar el estado de conservación de los ríos y beneficiaría al salmón. Claro, que la lista de amenazas es larga y elaborar planes de conservación para que dentro de diez años haya salmones en Asturias requiere conocer las causas del declive. Lo que sabemos con certeza es que los salmones que se pescan durante la temporada son los que han sido capaces de sobrevivir a toda esa lista de amenazas.
Ante la posibilidad del daño irreparable que sería la desaparición del salmón, se deben tomar medidas que con toda seguridad contribuirán a la recuperación de la especie, aunque falten evidencias sobre las causas concretas del problema. Permitir que sobrevivan todos los salmones que se pescan cada año en Asturias y que se reproduzcan de manera natural sin duda contribuirá a la recuperación de la especie. Si los responsables de la conservación del patrimonio natural de todos los asturianos se hubieran decidido a tomar esta medida hace un año hoy tendríamos muchos más alevines en los ríos. Los más de 1.000 salmones que se precintaron en Asturias durante la temporada de pesca de 2011 murieron sin dejar descendencia.
Comentario mío, a algunos el título universitario se lo dieron en una tómbola.
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