jueves, 15 de diciembre de 2011

Cason






Este buque de bandera Panameña, que había sido construido en 1969, y tenía una tripulación de 31 personas, todas ellas de nacionalidad China, ocasionó otra gran catástrofe ecológica en A Costa da Morte.

En la madrugada del 5 de Diciembre de 1987, el Casón navegaba en medio de un fuerte temporal, cargado con 1.100 TM de productos químicos, inflamables (xileno, butanol, sodio etc.), tóxicos (aceite de anilina, difenilmetano), corrosivos (ácido fosfórico, anhídrido alifático), distribuidos en 5.000 bidones, sacos y contenedores. Había cargado en los puertos de Hamburgo, Rótterdam y Amberes con destino al puerto chino de Shangai.




Hace veinte años, el 5 de diciembre de 1987, un sábado de mar tempestusoso zozobró un mercante de bandera panameña en Fisterra. Fue uno de los naufragios más sonados que ha sufrido la costa gallega


A la altura del  Cabo Finisterre, un golpe de mar provoca un corrimiento de la carga, y a causa, posiblemente, del contacto con el agua de alguno de los productos que transportaba, se produce la reacción y  el incendio en una bodega de proa.

La tripulación, ante la nube de humo y gases de las reacciones químicas, abandona el buque en unas circunstancias muy difíciles para la supervivencia. Los medios de salvamento que acudieron a la  llamada de Socorro, solamente lograron rescatar con vida a 8 de los tripulantes, falleciendo, bien ahogados o intoxicados los 23 restantes.

El Casón acabó varando, a pesar de estar en la zona el Remolcanosa 5, en la Punta Castelo, en el extremo Sur de la playa de O Rostro, muy cerca del Cabo Finisterre.

A partir de ese momento, las explosiones de los bidones de sodio en contacto con el agua, el desconocimiento de la naturaleza del cargamento y los posibles efectos de su vertido, las informaciones contradictorias publicadas en los medios de comunicación, crearon una gran confusión, y a pesar de crearse una comisión de expertos, que incluso diseñaron un plan de evacuación, por si fuese necesario, las autoridades, no lograban ponerse de acuerdo en las decisiones a tomar provocando una situación de gran confusión y nerviosismo, y el día 9, se produce un masivo éxodo de la población de la zona (se calcula 12.000 personas). Llegó a hablarse, por parte del Gobierno de la Xunta, de una gran nube tóxica, cosa que luego fue desmentida por los análisis realizados por la propia Xunta de Galicia.




El Cason pasará a la historia como uno de los tres grandes naufragios de la Costa da Morte, con el «Serpent» y el «Prestige»


A todo esto, los remolcadores Alonso de Chaves y Punta Salinas, que llegaron de Asturias, logran descargar 225 bidones que trasladan al puerto de Brens (Cee), pero ante la alarma generada, las airadas protestas de la población, obliga a las autoridades a retirarlos y así comienza una incomprensible peregrinación de unos materiales de los que se desconoce su naturaleza exacta y posibles efectos, primero hasta las instalaciones militares de Parga en Guitiriz, donde la Guardia Civil cargó contra la población que intentaba impedir la llegada de los bidones.

Finalmente, con nocturnidad, estos acaban en la factoría de Alumina-Aluminio en San Cibrao (Lugo), ante la protesta de trabajadores que intentan impedir la entrada a la funesta carga. Las otras víctimas del naufragio son el despido de 109 trabajadores, entre ellos los 23 miembros del Comité de Empresa.



El buque transportaba 1.100 toneladas de productos químicos. Tóxicos y corrosivos. Inflamables en contacto con el agua. Viajaba de Amberes a Shangai


Los bidones finalmente fueron llevados a Amberes. 

El Casón fue en parte desguazado y lo que queda del barco a escasos 100 metros de la costa y a 12 metros de profundidad como máximo, es muy atractivo para la visita de  buceadores que lo frecuentan en gran cantidad (Buceos Finisterre, es una empresa que organiza expediciones al pecio).



Su singladura terminó en la punta do Castelo de O Rostro, en el concello fisterrán, encajonado en un entrante a los pies de un castro


 Las autoridades responsables de gestionar el accidente del mercante con bandera panameña Casón (Gobierno Civil de A Coruña, Dirección General de Marina Mercante, Capitanía Marítima de A Coruña, Protección Civil y Xunta de Galicia) habían elaborado un plan de actuación que se fue al garete cuando la población comenzó a evacuar las regiones de Fisterra, Corcubión, Cee y Muxía. Hasta ese momento el problema no estuvo tanto en las actuaciones y decisiones tomadas como en la falta de información, las contradicciones que se reflejaron en la prensa y la incertidumbre sobre el grado de peligrosidad de la carga.



A bordo se produjo un incendio. Y la tripulación intentó abandonar el barco. Muchos no lo consiguieron


El malestar comenzó ya con el embarrancamiento del mercante en la playa de Rostro y las acusaciones de los vecinos a los tripulantes del Remolcanosa 5 de que dejaron varar el Casón por orden de sus superiores. La prioridad, el día 5 de diciembre de 1987, era rescatar a los miembros de la tripulación que se habían arrojado al mar de forma precipitada tras declararse un pequeño incendio en una de las bodegas de proa. Según manifestó el capitán del remolcador, Carlos Guerra, en una entrevista en El Correo Gallego "no pudimos salvarlo porque nos faltaron las fuerzas", debido a los gases que emanaba el buque. El informe de la Comisión para el Esclarecimiento de los Hechos concluía, por el contrario, que el Remolcanosa 5 llevó el Casón cerca de la costa y lo dejó varar "anormalmente sin intentarlo evitar". Todas las tentativas posteriores fueron inútiles.

El testimonio del jefe de máquinas del Casón abrió la caja de los truenos: en los bidones estaba impresa la imagen de una calavera con dos tibias y la señal de peligro número seis. El contenido exacto sólo lo conocía el capitán, fallecido junto con otros 22 tripulantes. Comienzan entonces los análisis de las ropas de los marineros supervivientes y se solicita una investigación a la Dirección General de Marina Mercante. La Comandancia de Marina de A Coruña afirma que no existe peligro de contaminación, aunque la carga es tóxica, y que las medidas adoptadas responden a cualquier otro caso de encallamiento.



Murieron 23 de los 31 tripulantes, todos eran chinos. La imagen de los cadáveres tirados en una lonja quedó en la memoria colectiva gallega


El saber de los marineros puede más que los comunicados institucionales. El precipitado abandono del mercante, ordenado por su capitán, hacía sospechar a la gente que pudo ser más peligroso permanecer en la cubierta incendiada del Casón que lanzarse a las aguas revueltas del Atlántico.

Los primeros datos que da el comandante de Marina de A Coruña, Antonio Díaz-Pache, sobre la carga del Casón (facilitados a su vez por la casa armadora del barco) incluyen muchas cifras pero pocas explicaciones. Se habla de gases y líquidos inflamables en distintos grados y de una cantidad indeterminada de sustancias tóxicas.

La inspección técnica del buque y las labores de extinción del incendio se desarrollan entre grandes tensiones. Desde tierra, el director general de la Marina Mercante, José Antonio Madiedo, apremia a los inspectores: "si no bajáis vosotros, que vayan los tripulantes del remolcador. Sino, voy yo. Es preferible quemar una manguera que quemar las horas inútilmente". Este mismo día el alcalde de Fisterra da orden de desalojar el Monte Castelo, desde donde los vecinos observaban el suceso.

El día 8 de diciembre se crea una Comisión de Expertos entre la Marina Mercante, Capitanía Marítima de A Coruña, técnicos de Protección Civil y Gobierno Civil para determinar un plan que actuación que garantice las operaciones de descarga de la mercancía del Casón. Llegan los datos específicos sobre la carga, pero en los medios de comunicación se publican las opiniones sobre su peligro potencial de diversos especialistas en química, ninguno por parte de Marina Mercante.

La Comisión estudia la posibilidad de desalojar las poblaciones próximas al siniestro. En base a esto, el Ayuntamiento de Santiago organiza un servicio permanente de acogida y asistencia a los posibles evacuados. Mientras, entre la población se incrementa el clima de inseguridad. Varios cientos de personas salen a la calle en Fisterra para pedir información oficial. El único mensaje que les transmite el gobernador civil, Andrés Moreno Aguilar, es que la situación "está controlada".



Los remolcadores intentaron rescatar el barco



Un dramático naufragio, una población asustada y finalmente un cuando menos atípico conflicto laboral: el que ocurrió en Alúmina-Aluminio desde que aparecieron por sorpresa los bidones descargados del Casón. Hay puntos difusos y unos únicos perdedores: los trabajadores de la fábrica. Fueron despedidos 109 empleados más los 23 miembros del comité de empresa. Las apelaciones en los juzgados devolvieron su puesto a todos menos a los que formaban parte de la representación sindical en la empresa. "Allí somos personas no gratas", dice Antonio Casal, que era miembro del comité.

La unidad entre dirección y comité de empresa ante la llegada de los bidones no duró más de 24 horas. Lo dila 12 de diciembre, cuando por la mañana apareció el convoy delante de la planta de San Cibrao, asegura uno de los miembros de aquel comité, Antonio Casal, que el director le dijo que por "la viabilidad de la fábrica" no quería que los bidones entraran en la empresa.

La versión de los representantes de los trabajadores es que en ese momento se acordó un plan de evacuación para la planta de Alúmina durante dos horas, que sería lo que tardarían en cargar los bidones en el buque Galerno y este en salir del Puerto de Morás hasta ocho millas de distancia de la costa. El acceso la este muelle se hace por una carretera paralela a las instalaciones de la fábrica. "En ningún momento se plantexou descargarlos por dentro", afirma Antonio Casal. Los empleados mantuvieron guardia en las puertas de Alúmina y bloquearon el acceso a la misma con camiones "facilitados por la empresa".




Parte de la carga cayó al mar, el resto fue recogida con dificultades y fue trasladada a Xove, en A Mariña luguesa



Sin embargo, el 13 de diciembre a situación muda por completo. El comité de empresa recibe una comunicación de la dirección de Alúmina instándoles a permitir el acceso al puerto de la fábrica para proceder al transporte de los bidones y desde lo Gobierno Civil de Lugo se solicita tanto a los trabajadores cómo a las autoridades locales y a la población "que no dificulten las labores de embarque disteis productos". El escrito del Gobierno Civil anunciaba sanciones para los que no cumplieran tal mandato.

El bloqueo de las instalaciones continúa y muchos vecinos de la Mariña Lucense se suman a las protestas de los trabajadores. Una maniobra de los camiones que transportaban los materiales del Casón lleva al comité de empresa a ordenar la evacuación de la planta tal como se había acordado el día 12 y acogiéndose al artículo 19.5 del Estatuto de los Trabajadores. Los requisitos para volver a sus puestos son: la salida del buque Galerno con su carga y un certificado del Gabinete de Seguridad y Higiene Provincial acreditando que la manipulación de los bidones no ocasionó fugas o derrames nos mismos.

La producción de la fábrica se mantiene a partir de ese momento con cargo al personal directivo que trabaja para mantener en funcionamiento las cubas de electrólisis. La dirección de la empresa solicita la reincorporación del personal para "salvar sus puestos de trabajo y salvar la planta" mientras el embarque de los bidones se realizaba por el puerto de Morás. Comité y dirección se reúnen de madrugada para negociar la vuelta de los trabajadores, pero los directivos no aceptan las peticiones de no tomar represalias contra los empleados ni descontar las horas de paro de las nóminas.

El día 15 de diciembre por la tarde se comunica que las series de electrólisis A y B están paradas debido a que el personal directivo no fue suficiente para mantenerlo operativo, y los empleados deciden entonces su reincorporación. "Los directivos de la fábrica la mantuvieron en funcionamiento hasta que les convino pararla", asegura Antonio Casal y pone ejemplos de otros casos en los que durante 48 horas estuvo la fábrica sin alimentación eléctrica, por la caída de unos tendidos, "y entonces no pasó nada".



El naufragio dio paso al desorden. Se produjo el éxodo de unas 15.000 personas. Y Fisterra fue tomada por el Ejército. En la foto, soldados del Ejército montan una improvisada cocina para atender a los cientos de ciudadanos desplazados


Antonio Casal comenta que la situación en la planta de Alúmina-Aluminio era conflictiva. El comité llevaba un año "haciendo cosas importantes que a la dirección le estaban haciendo mucho daño". Entre estas actuaciones, Casal destaca que le echaron abajo varias "reconversiones encubiertas" ante la Inspección de Trabajo, cuando la dirección de la empresa "montaba estrategias para sacar 20 o 30 puestos de trabajo".

Además, había en 1987 una crisis del aluminio a nivel europeo, y España tenía el 18% de esta producción, sin contar con los países del este del continente. "El aluminio se pagaba en el mercado internacional de Londres a por debajo de 1.000 libras la tonelada y cuando paró Alúmina-Aluminio subió casi hasta 1.500", explica Antonio Casal.

Un informe económico elaborado por el comité y anexo al documento de la Comisión de Esclarecimiento de los Hechos que rodearon el Embarrancamiento del Casón concluye que 1988 fue para Inespal "el mejor año de la historia" en el que a las cuentas se refiere, según su anuario económico. En opinión del comité de empresa, esto se derivó de lo que pasó en la fábrica en diciembre del año anterior.



Vecinos evacuados pasan las horas en espera de noticias. Hasta la fecha nadie ha confirmado ni ha desmentido que la carga fuera radiactiva


La paralización de la planta de San Cibrao reequilibró el mercado y según el comité de empresa no se perdió dinero. "El seguro sólo les reconoció 3.500 millones de pesetas de lo que reclamaron pero aun así ganaron bastante", dice Casal. El coste de la puesta en funcionamiento de las series se calculó alrededor de los 22.000 millones de pesetas, pero el alza del precio del aluminio en el mercado europeo durante 1988 supuso para la empresa un volumen de ventas por más de 215 millones de libras, frente a los algo más de 174 millones del año anterior.



En la imagen, cientos de vecinos de Fisterra protestan por la gestión de la crisis



El testimonio del naufragio del Casón queda, veinte años después, tan sólo en la memoria de los vecinos que lo vivieron. Incluso el bodegón "O Casón", en Fisterra, cambió la decoración. Desaparecieron los recortes de prensa y las fotografías del suceso. La dueña del bar, María, explica que cambiaron "aprovechando que había que pintar" y que esta transformación es provisional. "Este año va así pero pienso reponer todo lo del Casón y la exposición sobre los faros de Galicia, que he guardado en casa".

Aunque la nueva imagen del bodegón "O Casón" intentó darle un tono "más juvenil" al local, María apunta que hay gente a la que no le gusta como quedó. Ahora, de las paredes cuelga una red con varias figuras de cartón piedra de estrellas de mar, pescados y simbología marinera más naif. Un salvavidas con el nombre del mercante es lo único que mantiene. Antes, también había vecinos que no querían verse en las fotografías y otros que, por el contrario, le pidieron llevarse alguna imagen de recuerdo. "En casi todas las casas tienen fotos del Casón", afirma.



La policía tuvo que contener la indignación popular causada por el oscurantismo y el caos administrativo y político



En Fisterra el mercante dejó 23 marineros muertos y el miedo en el cuerpo de las gentes, que se extendió a otras localidades próximas de la Costa da Morte, como Corcubión, Cee o Muxía y provocó una huida masiva, una "evacuación espontánea" para las autoridades. Los vecinos acusaron falta de claridad en las informaciones sobre el peligro que podría traer la carga del buque y cuando el Casón -que ya llevaba días ardiendo a 200 metros de la costa- comenzó a registrar diversas explosiones, miles de personas abandonaron con prisas sus hogares.

Cuenta María que en las carreteras se produjeron atascos impresionantes, y se veían coches militares circulando por todos lados. Había un plan de evacuación diseñado por las autoridades que no se puso en funcionamiento de forma inmediata, porque nadie había dado la orden, y los que pudieron marcharon en sus coches mientras otros muchos esperaban por los autobuses. Una vecina de Corcubión recuerda cómo lloraban sus hijos por tener que dejar atrás "sus muñequitos". Se abandonaron las casas y los juguetes, pero también negocios y explotaciones ganaderas con la incertidume de si la nube que salía del mercante era tóxica o no y los animales estarían vivos al día siguiente.


La policía nacional escolta el transporte de los bidones del «Casón»


"Fue una locura. Nosotros evacuamos el día que comenzaron las explosiones. Por la noche vino mi hermano, que estaba de aquella en la Cruz Roja del Mar y me dijo que había que marchar, pero que él quedaba porque era su deber", recuerda la dueña del bar. Al día siguiente volvió a Fisterra "porque parecía que ya no había peligro". A la entrada del pueblo, la Guardia Civil les pidió el carné de identidad para comprobar que eran vecinos y no gente de fuera que pudiera aprovechar el éxodo para robar en las casas. María cuenta que todo estaba desierto y en "el puerto había una niebla de color gris, pero no era tal, era del humo del barco".

Veinte años después los vecinos encuentran la principal causa de la situación que se vivió en la falta de información por parte de las autoridades, que "no aclararon nada", opina la dueña del bodegón. "Nosotros salimos a la calle a manifestarnos para pedir que nos dijesen lo que pasaba y quedamos igual que estábamos". Esta es también la base de la explicación ofrecida por los diversos especialistas que analizaron la conducta de la población: una situación de crisis en la que los datos variables y las contradicciones de las instituciones acabaron por darle más peso a los rumores por encima de las comunicaciones oficiales.




Su tránsito por la comunidad no fue pacífico. Alarmados por la posibilidad de que la carga del Casón fuera radiactiva, en varios puntos se intentó bloquear el paso del convoy. En la foto, carga policial en Guitiriz



Del Casón quedan restos allá donde embarrancó, delante de la playa de Rostro, "y aún hay bidones debajo del agua", asegura María. La popa del buque, "no la llevaron de todo, porque no pudieron o porque no quisieron, no sé". Otro esqueleto de barco en la Costa da Morte. Para la dueña del bar, accidentes como el del Casón se pueden repetir. "Ayer incluso había un mercante cargado de contenedores en la punta del muelle. Cuando hace mal tiempo se meten en la ría para abrigarse, lo cual es normal, pero nosotros no sabemos que es lo que llevan".

En memoria de los fallecidos se instaló un monumento en el muelle. Un enorme ancla a la orilla del mar, que se suma a los cientos de cruces y símbolos que recuerdan a los que el mar llevó consigo en la Costa da Morte. El recuerdo del Casón quedó eclipsado por el posterior accidente del petrolero Prestige y la marea negra que provocó a lo largo de todo el litoral.



La carga tampoco fue admitida con buena voluntad en A Mariña. La factoria de Alcoa, entonces Alúmina, en San Ciprián (Xove) vivió un conflicto sindical sin precedentes


En febrero de 2007, la carga del Ostedjik, de bandera holandesa, comenzó a descomponerse emitiendo gases que resultaron no ser tóxicos, pero si irritantes. Algunos políticos aprovecharon este accidente para invocar al Prestige, pero casi nadie se acordó del Casón. El paso de los años sólo le trajo el olvido y la comprobación de que 20 años después las autoridades pueden averiguar más rápidamente el cargamento de los buques, pero aun no tienen muy claro que hacer con ellos en caso de accidentes como el del mercante holandés, que fue a parar, igual que el cargamento del Casón, a la costa de Lugo.



Del naufragio del «Casón» Galicia sólo extrajo una consecuencia positiva, la creación del dispositivo de separación del tráfico marítimo


1 comentario:

  1. E non aprendemos....Galicia coma porta do Atlántico,seguirá sendo a fiestra que mirara con impotencia o tráfico marítimo de centos de mercantes con cargas descoñecidas,e con sorte que as suas singladuras cheguen a Bo portó,sen Ter que contar os nosos rapaces as naufraxios que tanto se espallaron polas nosas costas e as suas víctimas....a memoria do casón seguirá presente ...

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