Atún rojo del Pacífico
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Rastros de la radiación producida por el desastre nuclear de Fukushima están apareciendo en el atún rojo del Pacífico. Y mediante la medición de la radiación, los científicos están obteniendo información valiosa acerca de los primeros hábitos migratorios de estos peces.
En mayo pasado, varios científicos informaron que 15 atunes rojos del Pacífico capturados en California durante los meses siguientes al desastre ocurrido en 2011 en la planta de energía nuclear Fukushima Dai-ichi, en Japón, contenían rastros de radiación. Fue la primera evidencia de animales que migraban y transportaban materiales radiactivos a través del océano. Los investigadores sugirieron que esto podría proporcionar un medio para el seguimiento de las migraciones anuales de los peces.
En la actualidad, casi dos años después de que la planta arrojara materiales radiactivos al océano, una investigación de seguimiento dirigida por un estudiante del doctorado en biología en la Universidad de Stanford concluye que el atún rojo joven del Pacífico al llegar a California aún acarrea restos de dos radioisótopos característicos de Fukushima, cesio-134 y cesio-137.
El trabajo apoya la idea de que los radioisótopos de Fukushima se pueden utilizar para determinar de forma fiable los movimientos transoceánicos de juveniles de atún rojo del Pacífico, desconocidos hasta ahora. Esta información podría utilizarse para evitar la sobrepesca de atún.
El atún rojo del Pacífico nace a varias millas de las costas de Japón y de los países vecinos. Pasa su primer año alimentándose en esas aguas, y luego permanece en el Pacífico occidental o migra hacia el Este, a California. Si bien se han conocido los movimientos de los atunes adultos a través de programas de etiquetado electrónico, este método resulta difícil para el atún rojo juvenil y, por lo tanto, ciertos detalles de la migración de los juveniles siguen siendo desconocidos.
Daniel Madigan, quien trabaja en el Laboratorio Micheli en la Estación Marina Hopkins de Stanford en Monterrey, California, trabajó con colaboradores de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica y la Universidad Stony Brook para tomar muestras de 50 atunes rojos del Pacífico que tenían entre 1 y 4 años de edad.
Debido a que los peces nacen cerca de Japón, los más pequeños con seguridad sólo nadaron en aguas japonesas el año posterior al accidente de Fukushima. La presencia de cesio en estos peces apoyaría la afirmación de que siguen llevando la radiación de Fukushima hacia el Este, y que esto se puede aprovechar para rastrear las migraciones del atún rojo.
Los análisis realizados en el laboratorio de Nicholas Fisher, en la Universidad Stony Brook de Nueva York, revelaron que todos los peces más pequeños contenían niveles bajos pero detectables de cesio-134, por lo que resulta claro determinar qué peces estuvieron nadando recientemente cerca de Japón.
Madigan hizo hincapié en que la radiación de Fukushima encontrada en el atún rojo es significativamente menor que los isótopos radiactivos naturales que suelen encontrarse en los peces.
Las mediciones también podrían aclarar cuánto tiempo hace que los peces salieron de las aguas contaminadas con cesio cercanas a Japón. Madigan explicó que la medición de la relación de dos de los isótopos producidos por Fukushima, cesio-134 y cesio-137, podría indicar cuánto tiempo transcurrió desde que los peces salieron de Japón. Este enfoque podría permitir saber qué peces nadaron desde Japón hasta California y regresaron a Japón para reproducirse antes de volver a California.
"Tenemos la intención de buscar este indicador en cientos de muestras de atún rojo del Pacífico para conocer mejor sus movimientos retrospectivos", anticipó Madigan. "No es tan fácil saber el recorrido pasado de los peces, pero esto nos proporciona una herramienta forense."
Según el científico, la técnica también puede ser muy útil para el seguimiento de las migraciones de otras especies, como el atún blanco, las tortugas marinas, los tiburones y las aves marinas. El cesio-137 tiene una vida media de 30 años, por lo que Madigan cree que el atún y otras especies contendrán cantidades medibles al menos durante los próximos años, lo que proporcionará tiempo suficiente para revelar sus hábitos migratorios.
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